¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos.
Señor mi Dios, al contemplar los cielos
El firmamento y las estrellas mil
Al oír tu voz en los potentes truenos
Y ver brillar el sol en su cenit.
Coro:
Mi corazón entona la canción
Cuán grande es él, cuán grande es él.
Al recorrer los montes y los valles
Y ver las bellas flores al pasar
Al escuchar el canto de las aves
Y el murmurar del claro manantial.
Cuando recuerdo del amor divino
Que desde el cielo al Salvador envió
Aquel Jesús que por salvarme vino
En una cruz sufrió por mí murió.
Cuando el Señor me llame a su presencia
Al dulce hogar, al cielo de esplendor
Le adoraré cantando la grandeza
De su poder y su infinito amor.
“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh… Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8:3-9).