Hacía mucho tiempo Julia se interesaba en los relatos de misioneros que se habían ido lejos, llenos de fe y abnegación. Cierta noche tomó una gran decisión: “Señor, yo también te consagro mi vida. Muéstrame qué esperas de mí”. Y llena de emoción esperó. ¿Qué gran misión le confiaría el Señor? Pero, para su mayor decepción, no sucedió nada. La vida continuó.
Julia tenía una vecina exigente y desagradable que a menudo le pedía pequeños favores ¡y nunca le agradecía! En el trabajo, Julia estaba estresada, se atormentaba desde la mañana hasta la tarde.
Una noche, sus ojos cansados se detuvieron sobre la expresión: “fiel en lo muy poco”. De repente se dio cuenta de que Dios estaba poniéndola a prueba. Quería que Julia mostrase su fe, su amor y su abnegación primero en las cosas pequeñas. Así la estaba preparando para mayores cosas mañana.
¡El amor que conduce a ayudar a una vecina desagradable es igual de precioso para Dios que el que motiva a un siervo en un campo difícil! Y la fe que deja en las manos de Dios las pequeñas preocupaciones cotidianas es de la misma naturaleza que la que ayuda a un misionero en un país lejano a superar las dificultades con tranquilidad.
Cristianos, aprendamos a mostrar a Dios nuestra fe y nuestro amor en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Quizá más tarde nos confíe otra misión. Que nuestro oído sea abierto para escuchar y nuestro corazón dispuesto para obedecer, como lo fue el de Felipe en Hechos 8. Dejó un campo de trabajo bendecido para ir a un camino desierto (v. 26).
Jueces 6:22-40 – Apocalipsis 7 – Salmo 141:5-10 – Proverbios 29:24-25