La Buena Semilla: Sábado 12 Diciembre
Sábado
12
Diciembre
Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.
Juan 7:16-17
¿Dijo usted “doctrina”?

La palabra doctrina tiene mala fama, incluso entre los cristianos; es fuente de división para unos y peligro de sectarismo para otros… Tal vez esto se debe a que la doctrina fácilmente puede llegar a ser una ideología intransigente cuando se separa de su fuente, es decir, de Dios mismo.

Pero, ¿qué es la doctrina cristiana? Es la enseñanza de los pensamientos de Dios. Al leer la Biblia descubrimos cómo el Dios vivo actúa con bondad para salvarnos. Sus palabras dan el sentido de sus actos. Jesús mismo actuó y enseñó (Hechos 1:1). Habló de su doctrina (Juan 7:16-17). Después de su resurrección, pidió a sus apóstoles comunicar su enseñanza a todas las naciones (Mateo 28:20).

La doctrina bíblica no es, pues, una ideología, sino una revelación. Los primeros cristianos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2:42). La Biblia nos exhorta a guardar la verdadera doctrina (Tito 1:9) y a no desviarnos de la doctrina de Cristo (2 Juan 9).

Ciertamente no somos salvos por el conocimiento en sí, sino por la fe en el único Salvador, Jesucristo. Sin embargo, por medio de lo que la Biblia enseña comprendemos el plan de Dios para nosotros. La doctrina, pues, nos es dada para hacer nacer y crecer nuestra fe, para ayudarnos a amar a Dios con todo nuestro corazón, y a vivir de una manera que le agrade.

El apóstol Pablo anima a los creyentes con esas palabras: “Gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados” (Romanos 6:17).

Jueces 5 – Apocalipsis 5 – Salmo 140:6-13 – Proverbios 29:21-22