Si pudiésemos hacer una lista de nuestras acciones y pensamientos, sería interminable. Y hay muchos de los que nos avergonzaríamos “en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres” (Romanos 2:16). Quizás algunos de ellos pasaron desapercibidos para nuestros familiares o compañeros. Sin embargo, Dios se acuerda de todos: anota todo en sus libros (Apocalipsis 20:12). ¿Creemos que podemos argumentar con él y convencerlo de nuestra inocencia? ¡Ni pensar…! Nosotros mismos somos incapaces de borrar lo que hicimos y cambiar lo que somos.
Pero Dios también está atento a toda persona que reconoce sus errores, que desea escucharlo y conocerlo. Está dispuesto a perdonarnos, pues Jesucristo ya pagó nuestra deuda en la cruz. La bondad y el amor de Dios por nosotros no se pueden medir: dio a su Hijo unigénito para librarnos de nuestros pecados, y promete no acordarse nunca más de ellos: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).
Él se ocupa diligentemente de los que han aceptado esta promesa del amor de Dios: incluso todos nuestros cabellos son contados por él (Lucas 12:7), el número de nuestros pasos también (Job 31:4); además él conoce los secretos de nuestros corazones (Salmo 44:21). Para el cristiano, saber que Dios conoce todo sobre él y que se ocupa de él con amor le produce un sentimiento de seguridad y confianza.
Jueces 4 – Apocalipsis 4 – Salmo 140:1-5 – Proverbios 29:19-20