¿Qué tiene más valor para mí? Puedo dar muchas respuestas a esta pregunta:
– Mi tesoro son los bienes que poseo, mi cuenta bancaria.
– Mi tesoro es mi familia, mi cónyuge y mis hijos.
– Mi tesoro es mi trabajo, la empresa que creé y todo lo que tiene que ver con ella.
– Mi tesoro es mi salud, mi confort, mi tranquilidad, mi seguridad, es todo lo que mi círculo de amigos me aporta, etc.
La orientación de toda mi vida depende de la respuesta que dé a esta pregunta.
Cierto día un joven rico fue a Jesús: tenía un corazón sincero y un verdadero deseo de poseer la vida eterna, se echó a los pies del Señor y le reconoció como maestro. El joven había respetado escrupulosamente la Ley de Moisés desde su juventud. El Señor, quien lo amaba, le mostró lo que le faltaba: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Marcos 10:21).
Jesús le habló de un tesoro celestial, como si le dijese: conmigo no perderás nada. Lo que te pido que dejes es menos importante, pues solo concierne a tu vida en la tierra. Pero lo que te propongo es la vida eterna. “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Juan 5:11).
Jesús, el Hijo de Dios que está en el cielo, este es el tesoro del creyente.
Jueces 1:22-36 – Apocalipsis 2:1-17 – Salmo 139:7-12 – Proverbios 29:13-14