El fenómeno de los espejismos es muy conocido por los que viajan en el desierto. Este se debe al reflejo de la luz en las capas de aire caliente por encima de la arena. Se tiene la impresión de ver agua, pero no hay nada.
A menudo la Palabra de Dios compara el mundo donde vivimos con un desierto, porque a pesar de las apariencias -los “espejismos”-, no encontramos nada para satisfacer las aspiraciones profundas del ser humano: necesidad de ser amado, de certezas sobre el sentido de la vida, de verdad, de justicia… y sobre todo, de perdón.
En Jesucristo nosotros tenemos certezas, especialmente ese perdón definitivo de nuestros pecados, porque Cristo pagó el precio en la cruz. Comprendemos que Dios nos ama y nos amará siempre, y nos volvemos hacia él, teniendo así un objetivo. Él está con nosotros en nuestro viaje, atento a cada una de nuestras situaciones. Sí, para cada uno de los que le han confiado su vida, Dios es “fuente de agua viva”.
Jeremías 17 – Lucas 20:27-47 – Salmo 94:1-7 – Proverbios 21:11-12