La Biblia no solo nos dice que no hagamos acepción de personas, sino más bien… ¡que amemos a todas las personas! Porque el amor, según la Biblia, es un mandamiento del Señor Jesús. Entonces… ¿verdaderamente debo amar a todo el mundo?
¿Incluso a mi vecino? “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31).
¿A mi cónyuge, que es tan difícil? “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). “Que (las ancianas) enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos” (Tito 2:4).
¿A mis enemigos? “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen” (Mateo 5:44).
¿A los extranjeros? Dios “ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero” (Deuteronomio 10:18-19).
¿Verdaderamente debo amar a todos? Dios amó al mundo, aunque este se rebeló contra él. Nos amó de tal manera que dio a su Hijo unigénito (Juan 3:16). Sin duda Cristo murió por nuestros pecados, lo que ninguna persona podía hacer. ¡Pero Dios nos pide que amemos como él! Hasta dar nuestra vida por nuestros hermanos (1 Juan 3:16). Este es el amor ilimitado de Dios que los creyentes son llamados a manifestar. La fuente de este amor no está en ellos sino en Cristo, quien se dio a sí mismo por ellos. Sigamos sus huellas y no esperemos que “el otro” comience, ¡demos el primer paso!
Jeremías 15 – Lucas 19:28-48 – Salmo 92:10-15 – Proverbios 21:7-8