Un cristiano cuenta la experiencia que vivió en un avión en el año 1979, mientras iba a Chicago.
Acababa de abrocharme el cinturón de seguridad. Un hombre de unos cincuenta años de edad se sentó a mi lado. Empezamos a charlar amablemente y tocamos el tema de la fe.
– Considero que la religión es útil, me dijo. Cuando yo era joven, iba todos los domingos a un curso bíblico.
– Hoy, ¿puede usted decir que es un cristiano nacido de nuevo, que tiene la vida de Dios?, le pregunté. Un poco indeciso, me respondió:
– No exactamente. Vea usted, yo estoy tan ocupado en mi trabajo que no tengo tiempo para pensar en esas cosas.
– ¿Considera que sus ocupaciones profesionales son tan importantes al punto de hacerle descuidar los temas espirituales y eternos?
– ¡Ah, la vida es un rudo combate! … Pero tengo la intención de pensionarme en cinco años, y entonces pondré mi vida en regla con Dios. Actualmente no tengo tiempo, en absoluto.
Cuando el avión aterrizó, nos separamos. Él tomaba otro avión con rumbo a los Ángeles. Esa misma tarde escuché por la radio que uno de los motores de ese avión se había desprendido. El aparato se estrelló y se incendió. De los 271 pasajeros no había ni un sobreviviente.
“He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).
“En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende” (Job 33:14).
Jeremías 10 – Lucas 16 – Salmo 91:1-6 – Proverbios 20:27-28