Usted está al volante de su auto, va tarde según el horario previsto, y mantiene una conversación animada por teléfono. En ese momento ve en su retrovisor un coche de la policía detrás de usted. Por reflejo, disminuye la velocidad, guarda el teléfono y se pone el cinturón… en caso de que la policía lo pare.
Piense ahora que Dios se le acerca, que conoce todas sus acciones y los motivos que lo hacen obrar, e incluso sus pensamientos más secretos. ¿Cuál será su reacción? ¿Tratar de olvidar todo, de huir y refugiarse en cualquier adicción, de hacer callar su conciencia en un activismo que no le deja tiempo de pensar? ¡No! Al contrario, reconozca humildemente que debe reconciliarse con Dios. Entonces encontrará, no un Dios que condena, sino un “Dios misericordioso”, grande en bondad (Salmo 86:15), que previó todo para perdonarlo, sin dejar de ser justo.
Dios está realmente muy cerca de usted. Incluso si no puede verlo, reflexione y cuéntele todo lo que lo atormenta, lo oprime, lo avergüenza, todo lo que ante él es pecado. Entonces Dios lo perdonará por medio de Jesucristo, su Hijo, y le dará una nueva vida, desconocida hasta ahora por usted. No necesitará temer más al ojo de Dios, y vivirá feliz bajo su mirada de Padre, en su presencia.
“Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno” (Isaías 55:3).
“He aquí el ojo del Señor sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia” (Salmo 33:18).
Jeremías 6 – Lucas 13:1-17 – Salmo 89:46-52 – Proverbios 20:20-21