Cualquier constructor sabe muy bien que la solidez de un edificio depende en gran parte de sus fundamentos. Cuando se trata de fundar una familia, es lo mismo. Joven cristiano, es necesario estar atento cuando se comienza a pensar en el matrimonio. La roca sólida es Cristo. Es indispensable que un hijo de Dios se case con una hija de Dios si quieren vivir en armonía. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3). La Biblia nos dice que no nos unamos en yugo desigual con un incrédulo (2 Corintios 6:14).
Sobre la base sólida de una fe común, el hogar puede construirse armoniosamente. La educación de los hijos, si Dios los da, está fundada sobre la Palabra de Dios, leída y explicada regularmente (Deuteronomio 6:7). La oración es el recurso cotidiano de la pareja. El apóstol Pedro invita a los esposos a mantener una atmósfera propicia para la oración. Dice: “Para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7).
En cierta ocasión Dios dijo respecto a su pueblo: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Dios ama los corazones que se gozan escuchándole. Como Josué, nos invita a comprometernos decididamente: “Yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24:15), conscientes de que solo Dios puede darnos la fuerza.
Números 8 – 2 Timoteo 2 – Salmo 76 – Proverbios 18:4-5