José, vendido como esclavo por sus hermanos (Génesis 37), más tarde les perdonó todo el mal que le habían hecho. Sin embargo, después de la muerte de su padre, los hermanos de José preocupados discutían entre ellos: “Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos” (Génesis 50:15). Entonces José, entristecido por la falta de confianza en su amor por ellos, los consoló y les reiteró su perdón.
La conducta de estos hombres preocupados es un reflejo de nosotros mismos. Fácilmente dudamos del amor de Cristo. A pesar de todas las afirmaciones y promesas de la Palabra de Dios al respecto, siempre necesitamos ser fortalecidos en la fe. Está escrito que nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).
En su carta a los Romanos (cap. 1 a 8), el apóstol Pablo presenta la doctrina del perdón de Dios, y termina con una afirmación contundente: “Dios es por nosotros” (Romanos 8:31). Estas pocas palabras hacen penetrar profundamente en nosotros la convicción del amor incondicional de Dios. Él nos ama y nos amará siempre, aun en las situaciones más difíciles, y aunque nos alejemos de él. Dios, quien dio a su propio Hijo por nosotros, ¡continuará amándonos! ¡Cuán tardos somos para aceptar esto! La fuente de nuestros problemas es la falta de confianza en el amor de Dios por nosotros. Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Juan 15:9).
Levítico 21 – Romanos 16 – Salmo 69:19-28 – Proverbios 17:3-4