Jonatán estaba listo para salir. Con la mano en el picaporte de la puerta, le gritó a su mamá, quien estaba ocupada en el piso de arriba:
– Mamá, ¿puedo ir a jugar con Máximo, por favor?
– Primero termina tus deberes, luego puedes ir, le respondió ella.
Cosa extraña, el oído del niño solo captó el final de la frase: “Puedes ir”. Y se fue a la casa de su amigo… ¿Terminó sus deberes? Para nada, ni siquiera los había comenzado. Sin embargo su madre había utilizado el mismo tono de voz cuando dijo: “Primero termina tus deberes”. Pero Jonatán solo prestó oídos a medias, y ¡entendió lo que le convenía! La forma en que comprendió la respuesta fue falseada por su deseo de ir a la casa de su amigo. Hizo bien en pedir permiso, pero desobedeció a su madre…
Cristianos, ¿cómo escuchamos lo que Dios nos dice? A veces solemos elegir los textos bíblicos que nos convienen, evitando aquellos que no encajan en nuestros planes. Como Jonatán, practicamos una “escucha selectiva”, a menudo inconscientemente.
Le pedimos a Dios que nos muestre lo que le agrada, pero, ¿estamos siempre dispuestos a escuchar su respuesta, cualquiera que sea? Escuchamos como “a distancia” y comprendemos “lo que nos conviene”. En realidad, ya hemos decidido por nuestra cuenta…
Si queremos escuchar bien Su respuesta, comencemos acercándonos a él por medio de la oración. Si buscamos su voluntad con rectitud, él nos la dará a conocer.
Levítico 14:1-32 – Romanos 10 – Salmo 67 – Proverbios 16:21-22