“Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo” (1 Samuel 30:13). ¡Qué terrible afirmación la de este joven, pues su amo lo había abandonado desde el momento en que dejó de ser útil! ¡Estaba abandonado a una muerte segura!
Eso sucedió en otros tiempos, pensará usted… Pero hoy, ¡cuántos jóvenes son abandonados y privados del calor de un hogar! Y a la inversa, ¡cuántos padres se sienten abandonados por sus hijos! ¡Cuántas personas mayores se sienten desesperadamente solas! ¡Cuántos empleados son despedidos sin consideración! Sí, la sociedad actual es dura; deja a muchos individuos al borde del camino, sin recursos, sin amigos, sin esperanza.
¿A quién ir cuando nos sentimos en una situación así, con ese sentimiento terrible de que todos nos abandonaron? Escuchemos la respuesta de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Es el Hijo de Dios quien nos dice esto, no un hombre cualquiera. Y él no nos defrauda, pues cumple sus promesas. “Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
¡Pasó por la pobreza material, sufrió el desprecio de sus contemporáneos! ¡Incluso lo crucificaron, como manifestación de su odio hacia él! Pero Jesús resucitó, y desde el cielo aún nos invita a ir a él para ser nuestro amigo, nuestro confidente, y aún más: ¡nuestro Salvador!
Isaías 35-36 – Marcos 1:1-20 – Salmo 48:1-8 – Proverbios 14:11-12