El predicador leyó este texto, se detuvo y preguntó a su auditorio: “¿Por qué Jesús permaneció en la cruz?”. ¡Qué pregunta! Luego el predicador continuó: “Si Jesús hubiera descendido de la cruz, yo hubiera podido pensar que era alguien excepcional, ¡pero no hubiera sido salvo, y mis pecados estarían todavía en mi conciencia!”.
Estas palabras me alcanzaron como una flecha, y ese día comprendí sobre qué se funda la gracia de Dios.
¿Por qué Jesús permaneció en la cruz? Porque había venido a la tierra para morir en sacrificio por los pecados de los hombres. Por amor a su Padre y por amor a nosotros, Jesús aceptó llevar la condenación que debía caer sobre cada uno de nosotros (Marcos 10:45).
Jesús había venido de parte de Dios, y había demostrado su poder por medio de muchos milagros. ¡Sin embargo estaba allí, crucificado entre dos malhechores! No fueron los clavos los que lo retuvieron en la cruz, sino algo más fuerte que todas las cadenas: su obediencia a Dios y su amor hacia nosotros. Él había dicho: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7). El Hijo de Dios se hizo el Siervo de Dios. Tenía el poder para descender de la cruz, pero de su propia voluntad permaneció allí.
El Hijo de Dios dio su vida para ser el Salvador del mundo. Se ofreció en sacrificio por el pecado, por nuestros pecados. Se ofreció por amor a la humanidad, por amor a cada uno de nosotros.
Isaías 19 – 2 Tesalonicenses 1 – Salmo 42:1-6 – Proverbios 13:11