Antes de que Jesús viniese a la tierra, los creyentes esperaban al Mesías. Las profecías de la Biblia hablaban de él ; estaba anunciado que su nombre sería Admirable. María recibió este mensaje : “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1 : 35). Su venida a su pueblo produjo mucho gozo y sorpresa. Su extraordinario nacimiento maravilló a todos los que lo esperaban. De sus corazones brotaron espontáneamente cánticos. Una multitud de ángeles daba gloria a Dios en el cielo.
El hombre perfecto en quien Dios se complacía era
Jesús es todavía más admirable : es el Dios Salvador que, incomprendido por la multitud y odiado debido a la pureza de su conducta, se dejó clavar en la cruz por hombres inicuos. Allí oró por sus verdugos : “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23 : 34). Abrió el camino al cielo al malhechor : “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23 : 43). Solucionó para siempre el problema del pecado que ofendía a Dios. Al decir : “Consumado es” (Juan 19 : 30), entró de forma voluntaria y victoriosa en la muerte : “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23 : 46). Entonces la tierra tembló, las tumbas se abrieron y los creyentes resucitaron… “Verdaderamente este era Hijo de Dios” (Mateo 27 : 54), exclamó un jefe del ejército romano.
Isaías 8 - Gálatas 4 - Salmo 38 : 15-22 - Proverbios 12 : 25-26