Nadie desea vivir “el día de la angustia”. Todos preferimos llevar una vida tranquila y sin dificultades. Pero a veces nuestro Dios y Padre, con amor y sabiduría, permite que sus hijos pasen por la prueba. En ese caso estemos persuadidos de que él desea nuestro bien.
En esos momentos de angustia, de gran dolor, somos especialmente invitados a orar al Señor. Podemos contar con su respuesta: “Te libraré”. De ese modo, el primer resultado de la prueba es hacernos apreciar la comunión con Dios. Le clamamos y él responde. En nuestro dolor y angustia, él estará a nuestro lado, y su presencia nos tranquilizará.
Sin embargo la promesa de Dios no es solamente: “Lo libraré”, sino que va más allá: “Y le glorificaré”. Así, un día que se inició en el desconcierto puede terminar, por la gracia de Dios, ¡para nuestro honor!
Pero aún hay más maravillas: “Te libraré, y tú me honrarás”. Pensemos un poco en todas las bendiciones con las cuales nos enriquecimos cuando Dios permitió que atravesáramos “el día de la angustia”. Comunión, liberación y esperanza de la gloria se afirman en nuestros corazones. Finalmente, y esto es muy notable, podemos contribuir a la gloria de Dios. “Te libraré, y tú me honrarás”.
Tenemos un hermoso ejemplo de esto en la historia de un hombre que sufrió muchísimo: Job. Dios dice de él a sus amigos: “No habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job” (Job 42:8). En medio del mayor sufrimiento, Job dio gloria a Dios.
Éxodo 11:1-12:20 – Hechos 9:1-22 – Salmo 27:5-8 – Proverbios 10:20-21