En este tercer relato de los discípulos en una barca, las circunstancias son un poco diferentes de las dos anteriores, porque Jesús no se encontraba con ellos. Por orden suya partieron, pero el viento les era contrario. Esta circunstancia es una imagen de la adversidad que podemos encontrar, aun cuando estemos cumpliendo la voluntad de Dios.
En esta asombrosa escena los discípulos ven a alguien caminando sobre el mar hacia ellos. Están turbados y gritan de miedo. Pero enseguida Jesús los tranquiliza: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”.
Esta expresión halla un eco en el corazón de Pedro quien pide a Jesús: “Manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Su solicitud manifiesta una gran confianza en Aquel a quien él reconocía como Dios. ¡Debía atreverse a dar ese paso fuera de la barca!
La actitud de Pedro ilustra lo que es la vida de fe. A menudo el creyente debe andar “sobre las aguas”, es decir, tomar decisiones que sobrepasan sus propios recursos pero que le hacen apoyarse en Dios.
Pedro comenzó a hundirse cuando puso su mirada en el fuerte viento, en lugar de confiar en la palabra que Jesús le había dicho: “Ven”.
En nuestras vidas, quizá tenemos la convicción de que el Señor nos está pidiendo algo, y luego esto nos parece demasiado difícil: nos hundimos. Entonces, como Pedro, clamemos al Señor. Él nos dirá: “Ven”, extenderá su mano y nos salvará.
Génesis 42 – Mateo 24:29-51 – Salmo 20:6-9 – Proverbios 8:12-16