Cuando Jesús fue crucificado entre dos malhechores, se cumplió una profecía : “Fue contado con los transgresores” (V.M.). Estos malhechores eran transgresores, habían infringido los mandamientos divinos. Y Jesús fue puesto entre ellos, incluso le dieron el lugar del centro, ¡como si fuera el más culpable !
Jesús, ¿un transgresor de los mandamientos de Dios ? No, pues no hubo en la tierra un hombre obediente a Dios como él. “Como el Padre me mandó, así hago”, dijo él (Juan 14 : 31). Vino al mundo con el objetivo expreso de hacer Su voluntad. Dios era todo para él, la voluntad divina dictaba toda su conducta. Todos sus pensamientos y sus actos expresaban su obediencia, su devoción y su amor por su Dios. Pero los hombres no vacilaron en contarlo entre aquellos que practicaban el mal, o que hacían poco caso a Dios y a su voluntad…
Para el corazón sensible de este Hombre perfecto, ¡qué sufrimiento, qué humillación, qué profunda injusticia ! ¿Por qué Jesús aceptó ese lugar ? ¿Por qué Dios permitió que esto sucediera ? ¿No había dicho : “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” ? (Mateo 17 : 5).
¿Por qué ? Porque en la tierra había hombres transgresores, desobedientes ; personas que no se preocupaban para nada de la voluntad de Dios… y Jesús tomó voluntariamente el lugar de todos ellos, para soportar el juicio que merecía su maldad, a fin de salvarlos eternamente.
Génesis 36 - Mateo 21 : 1-22 - Salmo 18 : 37-42 - Proverbios 6 : 20-26