A menudo Jesús compara a las personas que creen en él con las ovejas, cuyo pastor es él mismo. En contraste menciona el comportamiento de un empleado que recibe un salario por cuidar las ovejas, pero no arriesga su vida por ellas. ¡Cuando surge el peligro, las abandona y huye!
Jesús es el Pastor, el “buen pastor”. Él da su vida por las ovejas, porque le pertenecen. Cuida de ellas porque su Padre se las dio (Juan 10:29). Por amor al Padre, Jesús tiene gran cuidado con las ovejas que le han sido confiadas. Conoce y ama a cada una de ellas.
Poco después lo ilustró de forma conmovedora:
Jesús estaba en un huerto, y Judas, el traidor, llegó encabezando una multitud de soldados armados. Jesús se adelantó y preguntó: “¿A quién buscáis?”. Ellos respondieron: “A Jesús nazareno”. Jesús les dijo: “Soy yo”. Al oír estas palabras, los soldados retrocedieron y cayeron al suelo, turbados ante la majestad de aquel que se había entregado voluntariamente. Jesús repitió su pregunta y se dejó llevar sin oponer resistencia, cumpliendo sus propias palabras: “El buen pastor su vida da por las ovejas”. También vela por su seguridad, pues añadió: “Si me buscáis a mí, dejad ir a estos; para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno” (Juan 18:1-9).
Dio su vida en la cruz para que los que creen en él tengan vida eterna (Juan 10:28). ¡Qué bendición tener un pastor así!