En el evangelio de Lucas Jesús habla de las “riquezas injustas”. ¿Por qué son injustas? ¿Se trata de riquezas adquiridas con deshonestidad? No, las riquezas injustas incluyen todas nuestras posesiones materiales. Pero estos bienes no nos pertenecen, nos son «prestados». Con el pretexto de haber trabajado para conseguirlos, gracias a la salud que Dios nos da, fácilmente consideramos nuestras posesiones como un derecho. Olvidamos que, al mismo tiempo, otros trabajan hasta el límite de sus fuerzas, simplemente para sobrevivir. Frente a esta situación injusta, ¿cuál debería ser nuestra actitud respecto a nuestras posesiones materiales?
Si Dios nos permite adquirirlos gracias a las capacidades que nos concede, agradezcámosle por todo lo que nos da, en lugar de quejarnos, de envidiar a los demás o de enorgullecernos. Aprendamos también a administrar estos bienes, no como un propietario egoísta, sino como un administrador generoso que un día tendrá que dar cuenta de lo que se le ha confiado.
El texto también habla de las verdaderas riquezas. ¿Qué significa ser rico para con Dios? Es haber recibido por la fe lo que Dios da gratuitamente. Un tesoro cuyo valor no puede medirse con monedas humanas. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Riqueza del amor de Dios, quien envió a su Hijo a la tierra para tomar nuestra condición humana, para sufrir en la cruz el castigo que merecían nuestros pecados y dar la vida eterna a los que creen.