La Buena Semilla: Miércoles 25 Noviembre
Miércoles
25
Noviembre
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres. Mas el publicano… no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
Lucas 18:11, 13
Un fariseo y dos publicanos

El evangelio según Lucas (18:9-17; 19:1-10) presenta a tres hombres que se dirigen a Dios:

– Un fariseo, muy religioso se felicita por ser mejor que los demás. Se jacta de su práctica religiosa y piensa más en sí mismo que en Dios. Pensaba que merecía el favor de Dios.

– Un publicano, recaudador de impuestos, no hablaba “consigo mismo”, sino que se dirigía a Dios. Consciente de la santidad de Dios y avergonzado por su pecado, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos; en una breve oración, casi un grito, apeló a la gracia de Dios.

El contraste es sorprendente, y la apreciación de Jesús inequívoca: “Este descendió a su casa justificado (declarado justo, por tanto, perdonado) antes que el otro”.

– Otro publicano, Zaqueo, quería ver a Jesús e hizo todo lo posible para lograrlo. Jesús lo vio, lo llamó y, además, le dijo que iría a su casa. Con reverencia, y arrepentido, Zaqueo se presentó ante el Señor y le dijo: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”. Aquí también el estado de ánimo y la disposición contrastan con los del fariseo. Zaqueo no cumplía los deberes religiosos para ser justo; deseaba honrar a Dios. Jesús no lo alaba ni le reprocha nada, sino que le da la salvación que él también necesitaba: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”.

Dios escucha la oración. ¿Le hablo para hacer alarde de mis méritos, o para decirle que necesito su gracia?