Era invierno. La nieve cubría el campo. Observábamos a los pájaros alimentarse en el pequeño comedero de la terraza. Entonces pensé en este versículo: “Vuestro Padre celestial las alimenta”. Toda vida en la tierra está en sus manos. “Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo”, dijo el autor del salmo 104 (v. 27). En su enseñanza, el Señor Jesús quiso hacernos conscientes de la forma en que Dios cuida de nosotros, los seres humanos, que valemos más “que muchos pajarillos” (Mateo 10:31). Él sabe que las preocupaciones de la vida nos alejan de él; nos invita a confiar en el Padre celestial para todas nuestras necesidades, a buscar primero el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).

Pero luego, en la puerta de entrada, encontré a uno de esos pajarillos en el suelo, sin vida… Recordé el otro texto citado en el encabezamiento. Esta vez el mismo Padre permitió que su frágil criatura perdiera hoy la vida. ¿Se volvió menos bueno de lo que era cuando la alimentó?

¡No! Dios hace bien todas las cosas. Él es nuestro Padre celestial. ¡Confiemos plenamente en él para todo lo concerniente a esta vida presente y la venidera!

El rey Salomón dijo: “El justo en su muerte tiene esperanza” (Proverbios 14:32). Y Jesús declaró: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).