En 1961, en la época de la URSS, un artista ruso de gira por París recibió la orden de regresar a Moscú. Esto significaba el fin de su carrera internacional, por lo que decidió dar la espalda a su antigua vida. La policía fronteriza francesa le sugirió que solicitara asilo a las autoridades francesas: «Quiero ser libre y pido asilo político». Así fue puesto inmediatamente bajo la protección del Estado francés. Sus antiguos «amos» no tenían más poder sobre él.
Esta historia nos hace pensar en todos los que están atados por diversas cadenas: todo tipo de adicciones o dependencias que los dominan.
Más o menos conscientes de esos yugos que los atan, desearían cambiar de vida. Es el primer paso esencial: «Hacer su petición». El segundo es dirigirse a Dios, quien tiene el poder de liberarnos, pues somos esclavos de aquel a quien obedecemos (Romanos 6:16). El diablo nos esclaviza por medio de nuestras codicias. Nos mantiene cautivos y nos conduce a la muerte, la paga del pecado.
Jesucristo vino a la tierra para liberarnos del poder de Satanás y llevarnos a Dios, para perdonar nuestros pecados, darnos la vida eterna y una parte con él en la libertad y la gloria de los hijos de Dios. No hay que pagar nada: Jesús ya lo hizo por medio de sus sufrimientos y su muerte en la cruz. Él pagó el rescate. Todo el que cree en el Señor Jesucristo y lo acepta como su Salvador personal es salvo (Hechos 26:18; Romanos 6:23; 8:2; Juan 1:12).