Un hombre rico empezó a construir una casa suntuosa. Compró un terreno bien situado y no escatimó esfuerzos ni dinero para que su futura vivienda fuera espaciosa y confortable. Al mismo tiempo hizo construir una segunda casa muy pequeña, con una habitación subterránea sin ventanas, una puerta de hierro y paredes de mármol. Estos dos edificios estaban reservados para las mismas personas: uno para los vivos, el otro para los muertos. La pequeña cripta fue terminada rápidamente. Pero, antes de que la lujosa mansión fuera terminada, el rico propietario yacía en la oscura y fría tumba.

Gastamos mucha energía y tiempo organizando nuestra corta vida para que sea lo más atractiva, fácil y cómoda posible… pero luego somos sorprendidos por la muerte, que nos introduce en la eternidad. Porque no todo termina después de la muerte; lo creamos o no, nuestra alma es inmortal. La Biblia dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Los que durante su vida confesaron sus pecados y aceptaron al Señor Jesús como su Salvador, están a salvo del juicio y tienen la vida eterna. Pero los que lo rechazaron tendrán que responder por sus pecados y sufrir la justa ira de Dios.

Lector, su futuro se decide en la tierra. La elección es suya: acepte la salvación gratuita que Dios le ofrece hoy. La puerta del cielo todavía está abierta, ¡mañana puede ser demasiado tarde!