“El que ara para sembrar, ¿arará todo el día?… derrama el eneldo, siembra el comino, pone el trigo en hileras, y la cebada en el lugar señalado… El eneldo no se trilla con trillo, ni sobre el comino se pasa rueda de carreta; sino que con un palo se sacude el eneldo, y el comino con una vara. El grano se trilla; pero no lo trillará para siempre” (Isaías 28:24-29).
Este texto de la Biblia puede ser incomprensible para quienes no están acostumbrados a trabajar en el campo. El agricultor conoce bien su tierra y las necesidades de cada semilla. Actúa de forma diferente según sus cultivos: es necesario preparar la tierra con cuidado, no se debe arar ni trillar “todo el día”. Cada especie (eneldo, comino…) debe sembrarse de manera específica. Cuando llega el momento de la cosecha, uno se golpea con un palo y el otro con una vara. Para hacer pan, hay que trillar las espigas el tiempo necesario (“no lo trillará para siempre”), triturar el grano y hacer la harina con la herramienta adecuada.
Este lenguaje gráfico nos muestra cómo actúa Dios en la vida de sus hijos, con sabiduría, precisión y cuidado. Nos conoce perfectamente, mide las pruebas y las circunstancias, interviene cuando es necesario y de la forma correcta, aunque en ese momento nos parezca doloroso o no lo entendamos. Él mide lo que es necesario para cada uno de nosotros.
Confiemos en Dios: él sabe exactamente lo que necesitamos para producir frutos para él.