Un profesor cristiano pidió a sus alumnos que citaran unas palabras de Jesús. La respuesta fue: “Amad a vuestros enemigos”. Estos jóvenes, en su mayoría no creyentes, consideraron extraordinario el llamado de Jesús a amar a los enemigos. Tal cosa parece imposible. ¿Cómo puede Dios exigir algo tan contrario a nuestra naturaleza?
Amigos cristianos, por nuestra propia fuerza no podemos amar a quienes nos agravian; solo podemos hacerlo mediante el poder del Espíritu de Dios. Amar a nuestros enemigos, aunque nos maltraten, es alejar de nuestro corazón todo resentimiento y deseo de venganza, y dejar que Dios lo llene de su amor. Dios, nuestro Padre, nos invita a imitarle a él, quien es amor: “hace salir su sol sobre malos y buenos, y… hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Cualquiera puede amar a sus amigos, dice Jesús (v. 46). Los hijos de Dios están llamados a una dimensión superior: vivir el amor de Dios delante de todas las personas, sin distinción.
Jesús nos dice: “Orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Pero, sobre todo, nos mostró el ejemplo supremo cuando, en la cruz, rodeado de una multitud perversa, pidió a su Padre: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
«Por medio de la oración, vamos hacia nuestro enemigo, nos ponemos a su lado y rogamos a Dios por él» (Diedrich Bonhoeffer).