En el siglo 17, el Estado francés intentó eliminar a los protestantes (llamados «hugonotes») que no aceptaban la religión del rey. Fueron perseguidos debido su fe, y esto de muchas maneras. Incluso separaban a los niños de sus padres para evitar que fueran instruidos por ellos. Este tiempo tan sombrío dio a los cristianos la oportunidad de mostrar una fe viva y firme, basada en la decisión de “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).

Después de la Revolución Francesa, la persecución dio paso a la libertad de conciencia. Asistimos a una forma de descristianización progresiva de la sociedad. Hoy en día, en los países europeos, fácilmente se afirma tener una «herencia judeocristiana». Pero para muchos de nuestros contemporáneos, la referencia al cristianismo se detiene ahí, y para otros se limita a unos pocos rituales «obligatorios» en los grandes acontecimientos de la vida. ¡Muchos niños crecen sin haber oído hablar de Jesús ni del Evangelio!

Sin embargo, la fe cristiana se arraiga y crece en otras partes del mundo. En China, por ejemplo, décadas de persecución no han podido erradicar un cristianismo comprometido y vivo, que sigue expandiéndose a pesar de la presión de las autoridades.

Cristianos, nunca olvidemos que estamos en este mundo para dar testimonio de la verdad del Evangelio, para proclamar quién es Dios y lo que ha hecho, para anunciar que él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).