Los contemporáneos de Jesús daban gran importancia al estudio de las Sagradas Escrituras. Las escuelas rabínicas formaban a los futuros maestros de la ley, los únicos aptos para enseñar. ¿Quién era, pues, este Jesús, que enseñaba en el templo sin haber estudiado?
– Nunca estudió teología, pero reveló a Dios Padre al mundo. Mostró el significado más profundo de la ley mucho mejor que esos eruditos.
– Nunca estudió medicina, sin embargo, curó todas las enfermedades.
– Nunca estudió derecho, pero sus palabras siempre fueron justas (Salmo 40:9).
– Nunca estudió ciencias naturales, pero sus parábolas contenían referencias precisas a la naturaleza.
– Nunca estudió economía, sin embargo, dio el mejor consejo: “Haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:20).
– Nunca estudió relaciones públicas, pero trató bien tanto a pobres como a ricos, a una pobre mujer sola como a una gran multitud.
– Nunca estudió letras, pero quienes lo escuchaban podían decir maravillados: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46).
Este es el testimonio que dieron de Jesucristo los que lo siguieron.
Él era realmente el Hijo de Dios (Mateo 27:54).
“Reposará sobre él el Espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor” (Isaías 11:2).