En los evangelios vemos a varios padres ir a Jesús para suplicar por sus hijos que se hallan en situaciones críticas: niños poseídos por demonios, gravemente enfermos, moribundos o muertos. A veces es un padre, otras veces una madre, quien acude a Jesús para expresarle su angustia y confusión por el estado de su hijo, y para pedirle ayuda.
Hoy Jesús ya no está visiblemente en la tierra para curar, expulsar demonios o resucitar muertos. Pero él vive, y estas historias nos animan a presentar nuestros hijos y nietos al Señor en oración:
– Los hijos “endemoniados” estaban esclavizados por un poder satánico que los dominaba y los mantenía cautivos. Esto puede relacionarse con las adicciones. Nos dejamos dominar poco a poco, y caemos bajo el imperio de un poder del que ya no podemos liberarnos.
– Los hijos “enfermos” o “moribundos” evocan una mala salud espiritual; percibimos que se alejan del Señor y nos sentimos preocupados e impotentes. Pero el Señor sabe dónde está el problema. Él puede intervenir y sanar al hijo enfermo o moribundo.
– Nuestros hijos nacen pecadores; su estado antes de la conversión puede compararse a una “muerte” espiritual. Solo la fe en Jesús los hará pasar “de muerte a vida” (Efesios 2:5; Juan 5:24). Supliquemos al Señor que haga esta obra en ellos.
Padres y madres cristianos, la oración es el recurso que siempre tenemos a disposición para presentar al Señor nuestros hijos y todo lo que les concierne.