Haik H., un armenio de 22 años, decidió dedicar su vida a servir a los cristianos. En 1980, participaba activamente entre los creyentes de Teherán, donde estaba prohibido evangelizar a los musulmanes, pero Haik se negó a ceder a las presiones: «Aunque nos metan en la cárcel o nos maten por nuestra fe, no nos doblegaremos ante estas exigencias».
Mehdi D. era uno de tantos cristianos de origen musulmán. En 1983, fue detenido y enviado a prisión durante diez años. Allí intentaron obligarle a renunciar a su fe, pero Mehdi fue capaz de decir: «No solo estoy contento de estar en la cárcel por el honor de su santo Nombre, sino que también estoy dispuesto a dar mi vida por Jesús, mi Señor». En 1993, en un tribunal secreto, Mehdi fue condenado a muerte por negar el Islam. Pero Haik se enteró de su sentencia y la denunció públicamente. La comunidad internacional se hizo cargo del caso y, el 16 de enero de 1994, Mehdi fue liberado.
Tres días después, Haik fue secuestrado en plena calle en Teherán. Luego su cuerpo fue hallado sin vida… En el funeral, Mehdi, entre lágrimas, dijo a la multitud: «Cuando mataron a nuestro hermano Haik supe que era yo quien debía haber muerto, no él».
Seis meses después, Mehdi se reunió con su hermano Haik, pues su cadáver apuñalado apareció en un parque de Teherán…
Estos dos hermanos mártires, uno de origen armenio y el otro musulmán, fueron modelos de fe que animaron a muchos cristianos iraníes.
“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios… e imitad su fe” (Hebreos 13:7).