Rubén, un joven cristiano, había conocido a una simpática compañera de estudios llamada Laura. Descubrieron que tenían los mismos gustos y entonces se hicieron amigos y se enamoraron. Rubén dijo a sus padres: «¡Estamos hechos el uno para el otro! El único pequeño inconveniente es que ella no es cristiana. Pero le interesa mi fe, es muy abierta y me hace muchas preguntas. ¡Me necesita! ¡Quiere venir a reuniones cristianas conmigo y estoy seguro de que se convertirá a Cristo!».
Sus padres le advirtieron: «¿Cómo puedes plantearte una vida juntos sin compartir desde el principio lo que es más importante en la vida de un creyente y que influirá en sus elecciones? ¿Cómo podréis vivir juntos con prioridades e intereses diferentes?».
Pero nada pudo disuadir a Rubén de casarse con Laura. Un año después de la boda, Laura seguía sin ir con Rubén a la asamblea cristiana y ya no le interesaba la fe. ¡Tenía otros intereses! Rubén dejó de ver a sus amigos cristianos y finalmente su Biblia pasó de estar en su mesilla de noche para estar en un cajón.
Joven amigo, ¡no te dejes engañar! ¡Si eres un verdadero cristiano, perteneces a tu Salvador y no serás feliz con un cónyuge no cristiano! La mayoría de las veces es el no creyente el que aleja al cristiano de Dios, y no al revés. Si la persona a la que amas es el cónyuge que Dios tiene pensado para ti, él se encargará de hacer que se convierta antes de que te comprometas. ¡Así lo experimentaron muchos cristianos! ¡Deja tu verdadera felicidad en las manos de Dios!