¿Somos dueños de nuestro futuro? Por supuesto, somos responsables de nuestro estilo de vida y de las decisiones que tenemos que tomar cada día. La Biblia nos invita a reflexionar detenidamente sobre las elecciones decisivas que hacemos en la vida. Elegir unos estudios, una profesión, un lugar de trabajo, un cónyuge… todo ello es a menudo decisivo para nuestra vida.
Sin embargo, hay una elección primordial que determina nuestra vida presente y nuestro futuro eterno. Dios nos dice: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas” (Deuteronomio 30:19). Elegir la vida significa creer a Dios y entablar una relación con él. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Nuestro futuro en la tierra, y en el más allá, depende de si creemos o no en lo que Dios nos dice.
El creyente sabe que Dios dirige su vida y puede confiar en Él para mañana; sabe que este día no le pertenece. “No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día” (Proverbios 27:1). El versículo de hoy nos lo recuerda. La vida cristiana gira en torno al presente. Día a día, los creyentes confían en los cuidados de su Dios, al que conocen como su Padre. Él es quien prepara el mañana.
Jesús nos dejó una promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20).