«No quiero invitar a Jesús a que venga a mi vida, quiero ser libre para tomar mis propias decisiones, sin reglas ni influencias», decía una persona.
No se trata de cambiar la libertad y el libre albedrío de esta persona por una vida sometida a otra persona y a sus ideas, ¡porque la verdad es que ya es así! Sea quien sea, sus decisiones están influidas por sus amigos, sus modelos de conducta, sus redes sociales y toda una serie de creencias que aceptamos como buenas. Estos valores y sus propios deseos cambian rápidamente, y no es libre porque está sometido a sus deseos y no tiene fuerza para resistirte a ellos. Así que no se trata de elegir el sistema de valores creado por la inteligencia y la sabiduría humanas.
Solo será verdaderamente libre si apela a Dios, a Aquel que le creó. Solo Él puede darle la capacidad de no pecar más, de ser libre de la esclavitud del mal y de vivir plenamente.
Jesús, que nunca cambia, le puede dar esos puntos de referencia estables, las normas sólidas que busca para construir una vida sana, equilibrada y libre de dudas.
Alguien que nunca cambia puede parecer terriblemente aburrido, pero cuando sabe que ese «alguien» es Dios, que lo ve todo, lo sabe todo y es perfectamente sabio y amoroso, ¿qué puede ser más tranquilizador, en este mundo inestable, que poder hablar y hacer sus preguntas a quien quiere ser su Amigo? Jesús quiere darle la clave para avanzar en paz y alegría. Esta clave es que le abra su corazón y le deje entrar en su vida.