En nuestros países occidentales, la ciencia, la tecnología y las instituciones sociales y políticas han creado un entorno cómodo y seguro. Como resultado, ¡ya no necesitamos a Dios! El barniz cristiano y las formas religiosas solo están ahí para formar parte de la cultura. El hombre de hoy es un ciudadano, un consumidor y ha metido a Dios en el armario. Sin Dios, ha creado un vacío en su interior que intenta llenar con todo tipo de aparatos. El hombre busca siempre la paz y el amor verdadero y necesita una esperanza más allá del presente. ¡El mundo material que ha construido es incapaz de satisfacer estas necesidades!
De hecho, el hombre creado a imagen de Dios necesita a Aquel que lo creó. ¡Así de sencillo! Su mayor error, el que le condena para siempre, es negarse a admitirlo. Sin embargo, Dios ha hecho todo lo posible para ganarse nuestra confianza. Se revela a sí mismo en esa obra única e insustituible, es decir, la Biblia. Nos dice que un día tomó forma humana en la persona de Jesucristo. Ya que el hombre comete pecados, necesita a un Salvador. ¡Y ese Salvador es Jesús! Él tuvo que pagar por haber nosotros rechazado a Dios y haber cometido pecados. Jesús es el único que puede permitirnos vivir en relación con Dios. Solo Él puede llenar el vacío de nuestros corazones. Él quiere hacerlo, pero para lograrlo debemos aceptar a este Salvador y su sacrificio con fe, es decir, con confianza. ¡Te está llamando!: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).