¿Alguna vez ha hecho el bien a los demás y, sin embargo, lo han olvidado?

– En Egipto, José, acusado injustamente y encarcelado, había ayudado a un alto funcionario en prisión. Esperaba que aquel hombre bien posicionado lo sacara del calabozo. “El jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó” (Génesis 40:23). ¡Solo dos años más tarde habló al faraón del joven hebreo!

– Salomón nos dice: “Una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia… y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre” (Eclesiastés 9:14-15).

– Mardoqueo había advertido al rey de un golpe tramado por dos de sus oficiales. Más tarde, el rey preguntó: “¿Qué honra o qué distinción se hizo a Mardoqueo por esto? Y respondieron los servidores del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él” (Ester 6:3). Entonces el rey decidió honrarlo.

Como cristianos, estos tres ejemplos nos animan: todo lo bueno que hacemos lo ve Dios, aunque nuestros semejantes no siempre nos lo agradezcan.

Pensemos sobre todo en el Señor Jesucristo, que se humilló como un pobre y con su muerte en la cruz salvó a todos los que creen en él. ¿Estamos entre los que piensan en él y le honran cada día? ¿Queremos recordarle participando en la Cena del Señor? “Haced esto en memoria de mí”.