¡De qué intenso sufrimiento habla este salmo! Su cuerpo está como dislocado: “Todos mis huesos se descoyuntaron”; siente una sed inmensa: “Mi lengua se pegó a mi paladar”. Sus manos y sus pies traspasados…
En otro salmo encontramos esta profecía: “En mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21; lee también Juan 19:29). El profeta Zacarías también dijo que el Mesías sería traspasado: “Mirarán a mí, a quien traspasaron” (cap. 12:10; lee también Lucas 24:39).
Estos versículos encontraron su verdadero significado mucho tiempo después, cuando Jesús estaba en la cruz: sus pies y sus manos estaban sujetos con clavos. No se ahorró ningún sufrimiento físico. En esa cruel posición, sufrió la tortura bajo todas sus formas, con toda la intensidad: el doloroso estiramiento de sus miembros, la desnudez, la sed, el agotamiento…
Allí, Jesús soportó todos estos sufrimientos a manos de los hombres: “el poder del perro” (v. 20); pero también los ataques del diablo: “la boca del león” (v. 21). Por último, el juicio de Dios contra el pecado: “la espada” (v. 20). “Al que no conoció pecado, (Dios) por nosotros lo hizo pecado” (2 Corintios 5:21). También fue puesto “en el polvo de la muerte” (v. 15). El Señor experimentó la muerte, pero su cuerpo no conoció la corrupción (Salmo 16:10), pues salió victorioso de la tumba mediante la resurrección.