Viajar en tren no es algo que se haga al azar. Primero tengo que saber adónde voy, comprar el billete, llegar a la estación a tiempo para la salida, encontrar el andén adecuado y subir al tren antes de que se cierren las puertas. Después, ¡será demasiado tarde! Luego, cuando pase el revisor, utilizaré mi billete como prueba de que he pagado el viaje, de lo contrario tendré que pagar una multa.
La vida es un viaje con un único destino: la muerte, la cual es nuestro destino. Pero, ¿qué ocurre después? Hay dos opciones posibles, y debemos elegir antes de que termine el viaje: una eternidad de felicidad con Dios para todos aquellos que hayan aceptado a Jesús como Salvador, o una eternidad de sufrimiento lejos de Dios para los demás. El acceso al cielo es gratuito, no podemos conseguirlo por nuestros méritos, sino porque alguien pagó por nosotros. En la cruz del Gólgota el Señor Jesús soportó la ira de Dios en nuestro lugar: todos nuestros pecados son perdonados si lo aceptamos como nuestro Salvador. ¡Nuestro nombre queda entonces escrito en el Libro de la Vida! Este es el certificado de que nuestro lugar ha sido pagado: estamos limpios por la sangre de Cristo y nuestro lugar está preparado en el cielo.
¡No olvidemos que el tiempo vuela! ¡Las entradas son gratuitas, pero no sabemos cuándo se acabará esta oferta! No nos dirijamos hacia el final de nuestras vidas al azar. Estudiemos las instrucciones divinas de la Biblia para elegir el destino correcto: ¡es la única guía fiable!
Esta puede ser la última llamada para usted, la puerta está a punto de cerrarse… ¡Acepte la salvación, aún está a tiempo!