Tras mencionar sus sufrimientos, leemos que Jesús dice que Dios le respondió. Luego leemos expresiones de alegría y alabanza. Ahora se trata del Mesías victorioso y de las consecuencias de su muerte para el mundo entero. Su venida abre una nueva perspectiva para todos los pueblos. Este salmo es citado en la carta a los Hebreos, pero en relación con la Iglesia.
En la mañana de la Resurrección, Jesús se apareció a María y le dio un mensaje para sus discípulos. Los llamó «sus hermanos» y los presentó a Dios de una forma nueva: como su Padre y el Padre de ellos, su Dios y el Dios de ellos.
El salmo 22 no menciona ninguna confesión de pecado, ninguna falta que hay que reconocer. La vida de Jesús fue “sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19). Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Todo lo que sigue al final del salmo es gracia y bendiciones. Simbólicamente, concierne a la Iglesia: sus hermanos (v. 22); luego, en su tiempo, a la reconstituida nación de Israel: la gran congregación (v. 25); y también, bajo el reinado de mil años, a todas las familias de las naciones (v. 27).
El salmo comienza con el clamor de Jesús en la cruz: ¿Por qué me has desamparado? y termina con “Él hizo esto”, un eco de las palabras que pronunció Jesús antes de entregar su espíritu a Dios: “Consumado es” (Juan 19:30).