A menudo un amigo mío me pregunta sobre la existencia de Dios y mi fe. Una vez le respondí:
–¿Has observado una flor? ¿Has pensado profundamente en quién eres? Que Dios exista me parece obvio. Pero, ¿sabes que él te ha dado una boca que te permite hablarle? Y él mismo también nos habla por medio de la Biblia. Por ejemplo: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).
–Quizá tengas razón, pero es demasiado simple, y luego la fe… no la entiendo.
La Biblia afirma que muchos rechazarán la verdad sobre Dios, a pesar de las numerosas pruebas. Pero a los que desean conocer a Dios, les dice: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).
Argumentar sobre la existencia de Dios, suponer que no existe, es situarse por encima de él. Buscar a Dios con todo el corazón es muy diferente. Es volverse a un Dios que no solo es sabio e infinito en conocimiento, sino que está lleno de amor. Dios es luz, Dios es amor. Es un Dios amoroso y, por lo tanto, un Dios que quiere relacionare con el hombre. Si buscas a Dios, lo encontrarás. Si le hablas, te responderá. Si lees la Biblia, te hablará de Jesús, su Hijo, quien vino a la tierra a “buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
1 Samuel 24 – Mateo 19 – Salmo 18:16-24 – Proverbios 6:6-11