La vida es un misterio profundo y fascinante: ha intrigado a muchos investigadores a lo largo de los siglos. Cada bebé recién nacido posee características únicas: ¡tiene rasgos de identidad diferentes a los demás seres humanos! Entre la concepción y el nacimiento se producen cambios increíbles: a partir del óvulo fecundado, una sola célula, se van formando billones de células de un nuevo cuerpo humano.
Este niño no es solo un ser vivo, sino un ser humano. Su cuerpo es muy importante, pero también ha recibido de Dios un alma, es decir, la parte inmaterial de su ser. Es un ser vivo que posee la vida como un todo, ¡es un ser único! Además, su alma es inmortal: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”, dijo Jesús (Mateo 16:26).
Vivir sin Dios hoy es querer permanecer eternamente lejos de él, es perder su alma. Al contrario, creer lo que Dios dice es elegir vivir siempre con él, para la felicidad de su alma.
Dios creó a los seres humanos para que le conocieran y vivieran felices eternamente con él. Esto sigue siendo un misterio, el cual no puede dejar indiferente a nadie. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
¡Sí, Dios es grande como Creador y grande como Salvador!
1 Samuel 4 – Mateo 6:19-7:6 – Salmo 5:8-12 – Proverbios 2:10-15