Quizás usted piense que todo está perdido, que para usted ya no hay esperanza, que ha ido demasiado lejos o ha caído demasiado bajo, que nadie puede comprenderlo ni ayudarle. Quizá lleve la pesada carga de un fracaso, de un error, de un desastre en su vida personal, familiar o profesional. ¿Cree que ha hecho algo irreparable? Entonces déjeme hablarle de Cristo, mi compañero de viaje.
Aparte de lo que piense de usted mismo, o de lo que los demás piensen de usted, sepa que Dios lo ama. Está esperando que vaya a él tal como es, consciente de sus actos, aunque ya no soporte mirarse a sí mismo. Cristo escucha al que reconoce y confiesa sus pecados, lo lleva a tomar consciencia de haber ofendido a Dios. Además, le da el valor para arrepentirse sinceramente. Dios mismo lo anima y perdona sus pecados. Dios, quien es misericordioso, libera y permite enfrentar las situaciones más difíciles.
¡Cristo dio su vida por todos! ¡Murió crucificado por usted y por mí! Se enfrentó al rechazo del mundo, al odio y a la injusticia de los hombres, fue humillado y abandonado por todos. Finalmente resucitó, venciendo a la muerte. Estos hechos siguen siendo de vital importancia para nosotros. Jesús vino a la tierra para salvar a todos los que reconocen que están perdidos y lo aceptan como su Salvador. Poco antes de morir, Jesús prometió el perdón de Dios a uno de los criminales crucificados junto a él, quien creyó en él.
Usted puede disfrutar de la misma gracia y encontrar la misma esperanza.
1 Samuel 20:1-23 – Mateo 16:1-12 – Salmo 17:1-5 – Proverbios 5:1-6