Esta mujer estaba enferma desde hacía doce años, y nadie había podido curarla. Se había arruinado yendo a los médicos, pero su problema empeoraba. Cuando oyó hablar de Jesús, seguramente pensó: ¡Es ahora o nunca! Estaba segura de que un simple contacto con él, discreto y anónimo, sería suficiente. Así que fue por detrás y se acercó lo suficiente como para tocar
Pero Jesús preguntó: “¿Quién es el que me ha tocado?”. Quería que ella contara delante de todos por qué lo había tocado y cómo había sido sanada. Luego le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. Ahora conocía al que la había sanado, dio testimonio de él. ¡Un tímido contacto con el borde de Su manto tuvo consecuencias maravillosas para ella!
Como esta mujer, ¿tiene usted un problema personal que lo carcome y del que nadie ha podido librarlo? ¿Es usted tímido o indeciso? ¡Acérquese a Jesús, invóquelo personalmente! Por muy discreto o vacilante que sea su llamado, Jesús lo escuchará y se ocupará de usted. ¡Él establecerá un contacto personal con usted y le dará la paz!
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
1 Samuel 3 – Mateo 6:1-18 – Salmo 5:1-7 – Proverbios 2:6-9