La Buena Semilla: Domingo 19 Enero
Domingo
19
Enero
Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne.
1 Timoteo 3:16
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Jesús) también participó de lo mismo.
Hebreos 2:14
La humanidad de Jesús (1)

Cuando Dios creó al primer hombre, le dio un cuerpo, un alma y un espíritu. Estos tres elementos constituyen un ser humano completo. El cuerpo es la parte material del ser; alberga el alma y el espíritu, que están íntimamente unidos y son difíciles de distinguir (Hebreos 4:12). El alma es más bien la sede de los sentimientos y de los pensamientos. El hombre puede entrar en relación con Dios a través de su espíritu, y esto lo distingue de los animales.

Cuando Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra, se hizo “semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Era un hombre, formado como todos los hombres. Por lo tanto, poseía un cuerpo, pero también un alma y un espíritu. Sin embargo, había una diferencia básica: contrariamente a todos los descendientes de Adán, pecadores como él, Jesús era sin pecado (Hebreos 4:15; 1 Juan 3:5; 2 Corintios 5:21).

Consideraremos los diversos testimonios de la Biblia concernientes al cuerpo, al alma y al espíritu de “Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Es un tema que merece el mayor respeto. Porque, aunque se hizo hombre, Jesús nunca dejó de ser Dios (Colosenses 2:9). La unión de la divinidad y la humanidad en la maravillosa persona de Jesús es un gran misterio: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre” (Mateo 11:27). No podemos entenderlo todo, pero recibamos sencillamente por la fe los testimonios de los evangelios y lo que el Espíritu de Dios nos revela sobre Dios “manifestado en carne”.

(continuará los próximos cuatro domingos)

1 Samuel 15 – Mateo 13:1-23 – Salmo 12 – Proverbios 3:32-35