Desde hace algunos años existe un empeño por contrarrestar el envejecimiento. Ante el creciente deseo de mantenerse joven, de vivir más tiempo, científicos, terapeutas y empresarios se esfuerzan por encontrar formas de retrasar ese envejecimiento que nos lleva a la muerte.
Pero olvidamos lo esencial: Dios es el dueño de nuestra vida, y él determina su duración. “Diste a mis días término corto” (Salmo 39:5). Solo él conoce nuestras verdaderas necesidades, y solo él puede satisfacerlas. La Biblia dice: “Contigo está el manantial de la vida” (Salmo 36:9).
“En él (Dios) vivimos, y nos movemos” (Hechos 17:28). Prestemos atención a lo que la Palabra de Dios dice. Sus promesas y sus advertencias deberían interpelarnos. ¡Solo ella nos dice cómo recibir la vida eterna! ¡Dios la da a todo el que cree que Cristo murió por sus pecados!
Con los esfuerzos humanos, ¿cuántos años cree usted que puede alargar su vida? Y después, ¿qué sigue? “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). No pretendemos asustarlo en cuanto a la muerte, aunque ella es una realidad, sino mostrarle lo que Jesús dijo respecto a este tema: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).
1 Samuel 13 – Mateo 11 – Salmo 10:1-11 – Proverbios 3:19-20