¡Sí, el Dios infinitamente poderoso existe y se interesa en mí! Me ama, está ahí cuando la angustia me vence y mis oraciones se convierten en gemidos. Está ahí en su grandeza, en su amor, siempre fiel. Él desea ser el jefe de mi vida, y que yo reconozca con humildad que él, y solo él, está a cargo de su criatura y de su futuro. ¡Soy «su criatura»!
A todos los que viven entre su ego y sus problemas, a los que están roídos por la ansiedad y asustados por el futuro, la Biblia da una respuesta maravillosa: “Reconoced que el Señor es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos… Porque el Señor es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Salmo 100:3-5).
Dios es nuestro creador, nuestro Señor, pero ¡qué Señor tan lleno de amor y bondad! Dios es nuestro pastor, él cuida de nosotros. Dios es un Padre, nos ha dado como Salvador a su Hijo unigénito. Solo Dios puede librarnos de nuestra angustia, siempre que nos dirijamos a él. Y si en lo más profundo de mi ser guardo un pecado, él quiere ayudarme a confesarlo, para que pueda ser perdonado y liberado.
Dios es la respuesta a mis problemas y a mi confusión. Quiere ser el centro de mi vida, para que yo pueda orarle con gozo y esperanza: «Padre, tú eres más grande que mis mayores preocupaciones, y quieres ocuparte de ellas. Enséñame a estar sumiso a ti y a poner toda mi confianza en ti».
1 Samuel 14:1-22 – Mateo 12:1-37 – Salmo 10:12-18 – Proverbios 3:21-26