El versículo arriba citado es un pasaje del libro de Isaías (cap. 61:1-2) que anuncia la venida del Mesías. Los judíos conocían muy bien esta profecía. Un día sábado Jesús estaba en la sinagoga de su pueblo Nazaret, como era su costumbre. Se levantó, y le dieron el libro de Isaías para que leyese. Entonces Jesús leyó esta profecía que precisamente hablaba de él. Después, devolvió el libro y se sentó. Todos tenían los ojos puestos en él. Entonces les dijo esta frase extraordinaria: “
El Mesías estaba allí. La promesa de su venida se había hecho realidad, pero sus conciudadanos se preguntaban si era posible que Aquel que les hacía ese anuncio lleno de gracia fuese simplemente uno de ellos, Jesús, el hijo del carpintero…
Si continuamos leyendo ese pasaje vemos que los auditores no tuvieron conciencia de la grandeza de esa Persona y de ese momento único. ¿Quién recibió esta buena nueva?
Cada vez que leemos un pasaje de la Biblia se nos hace la misma pregunta: ¿Oigo lo que el Señor me anuncia hoy? ¿Estoy dispuesto a recibirlo en mi corazón? ¿Estoy dispuesto a dejar mis convicciones para recibir la palabra de Dios? Ella es una fuente inagotable de vida: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). Leamos la Biblia: “Vivifícame según tu palabra” (Salmo 119:25).
Job 32 – Hebreos 13 – Salmo 133 – Proverbios 28:17-18