Nehemías formaba parte de los judíos exiliados en Babilonia. Era copero en la corte del rey Artajerjes (Nehemías 2:1-8). Acababa de recibir malas noticias de sus compatriotas que habían vuelto al país. Muy triste, llorando y humillado, suplicó a Dios durante unos meses (Nehemías 1:4-11) para que el rey le permitiera ir a Jerusalén para darse cuenta de la situación.
Mientras Nehemías servía el vino al rey, este le preguntó por qué estaba triste. Antes de responder al monarca, Nehemías oró. “Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey” (cap. 2:4-5). No pudo orar durante mucho tiempo, en su habitación, pues el rey estaba delante de él, esperando su respuesta, y lo que estaba en juego era inmenso. Entonces dirigió a Dios una oración “relámpago”. Oró unas fracciones de segundo, y luego respondió al rey. Dios le dio las palabras que debía decir y permitió que el rey le concediera el permiso que deseaba.
Cristianos, la oración “relámpago” está a nuestra disposición todos los días. ¿Recibimos una llamada inesperada? ¿Alguien nos hace una pregunta incómoda? ¿Tenemos que dar rápidamente nuestra opinión o tomar una decisión importante, con serias consecuencias? ¿Nos encontramos en una situación difícil, en la que debemos actuar rápido? Nuestro Dios está ahí, no espera largos discursos. Invoquémosle, y simplemente sigamos adelante, confiando en él para que nos guíe en nuestras palabras y acciones.
2 Crónicas 34 – 2 Corintios 8 – Salmo 106:19-23 – Proverbios 23:22