Las redes sociales permiten hacerse una lista de amigos con una facilidad desconcertante. Basta con un clic para ampliar su red de relaciones en Internet y tener un “amigo” más. Sin embargo, ¡qué distancia hay entre estos contactos virtuales y la descripción del amigo que encontramos en varios textos bíblicos!
“En todo tiempo ama el amigo” (Proverbios 17:17). Es una buena compañía tanto en los buenos momentos como en los difíciles. No es una relación condicionada por el interés de uno u otro. Es un vínculo sólido en el que cada uno habla, calla o actúa cuando es necesario. Una relación de este tipo nos anima cuando estamos en la prueba. Escuchemos a Jesús quien, antes de ir al suplicio, declaró: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”; “os he llamado amigos” (Juan 15:13, 15).
En vez de contar el número de nuestros “amigos” en las redes sociales, evaluemos la realidad de estas “amistades”. Hagamos amistad con Aquel que nunca nos decepcionará: Jesús, mi Salvador, mi Señor, mi verdadero Amigo. Él puede escuchar todo sobre mis alegrías, mis tristezas, me puede dar una felicidad verdadera, mucho más que efímeros placeres. Me consuela en las pruebas y me da serenidad.
En otras palabras, me promete una eternidad en su presencia. Basta reconocer ante él mi pecado y aceptar que él, Jesús, el Hijo de Dios, murió y resucitó por mí. ¡Es un punto clave, eterno, que me trae felicidad y paz!
Daniel 3 – 1 Juan 2:1-17 – Salmo 78:9-20 – Proverbios 18:11-12