Una oyente interpeló a alguien que anunciaba el Evangelio:
– Usted dice que es necesario volverse cristiano; y es lo que yo deseo desde hace mucho tiempo. Desde hace meses he dicho sí a todos los llamados a convertirse. He hecho lo que me han dicho que debo hacer, pero nada ha cambiado…
– Señora, ¿podemos leer juntos un texto de la Biblia? El predicador leyó el primer versículo arriba indicado y preguntó:
– ¿Jesús vino por usted? Ella tuvo que confesar que no podía dejar su vida pecaminosa.
– Usted debe tomar una decisión difícil, pero nada es demasiado difícil para Dios. Arrepentirse significa reconocer el mal que hacemos.
– ¡Pero nunca se me habló de esto! ¡Me dijeron que solo tenía que creer en Jesús, no que me arrepintiera!
Creer en Jesús es acercarse a él, tal como somos. Dios se hizo hombre en Jesús, y por medio de él es accesible a todos, como en el tiempo del Evangelio. Pero también es dejarnos tocar por lo que Dios es: amor y luz. Es dejar que ilumine nuestro corazón y nuestra vida, creyendo en su Palabra. Entonces veremos las cosas como él las ve; no solo para hacer una constatación, sino para juzgar y abandonar lo que no es compatible con los pensamientos de Dios. Seremos conscientes de haberlo ofendido. Esto es el arrepentimiento, uno de los primeros resultados que la vida de Dios produce en nosotros. Pero, a veces nuestro orgullo se opone.
Ezequiel 21 – Hechos 27:1-12 – Salmo 37:8-15 – Proverbios 12:11-12