«Desde mi niñez tenía un miedo espantoso a la muerte; no soportaba que se hablase de ella en mi presencia. La incertidumbre sobre el más allá me producía una terrible angustia, y no lograba sacar de mi mente estos pensamientos. Siempre tenía miedo a enfermarme e incluso a morir. Visité médicos, me hicieron muchos exámenes, pero sin éxito. Esto me encerraba en una desesperación insoportable. Miraba a mi alrededor y sentía que todos eran felices porque no tenían ese miedo. Entonces entraba en depresión.
Varias veces me habían invitado a buscar a Dios, pero me resistía a hacerlo, hasta que un día decidí escuchar una predicación… Comencé a leer la Biblia y descubrí que yo era un pecador perdido, que necesitaba “nacer de nuevo”. Acepté a Jesucristo como mi Salvador, y hoy puedo decir que soy “libre”. El Señor perdonó todos mis pecados y me dio una “nueva vida”; ahora soy una “nueva creación”. Ya no temo a la muerte, porque sé que tengo“vida eterna”y no pereceré jamás; nadie puede arrebatarme de las manos de mi Señor Jesucristo (Juan 10:28). Él me ha dado una paz verdadera y eterna.
Me impactaron estos dos versículos: “Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15)».
1 Samuel 3 – Mateo 6:1-18 – Salmo 5:1-7 – Proverbios 2:6-9